Fuente: Europa Press

La XXVII Cumbre Iberoamericana -21 de abril- ha sido convocada bajo el lema de “Innovación para el Desarrollo Sostenible. Objetivo 2030. Iberoamérica frente al reto del coronavirus”. Esto significa que, aunque en lo inmediato sea ineludible afrontar el crítico estado de cosas causado por la pandemia, los Objetivos de Desarrollo Sostenible -ODS- y la Agenda 2030 mantienen su plena vigencia, a la espera de acción eficaz por parte de los países. El lema ratifica que la pregunta por el futuro continúa en el lugar que le corresponde: en el primer plano de las responsabilidades de todos los gobernantes.

Lo insólito no es que Venezuela participe, sino que vaya a ser representada por Nicolás Maduro, cabeza de un régimen que, dicho en una frase, ha empobrecido al país hasta extremos de precariedad que eran inimaginables hace dos décadas, y que, esto es fundamental, continuará haciéndolo mientras se mantenga en el poder. Quiero insistir: la simple proyección de las realidades venezolanas de hoy, nos conducen a escenarios de más hambre, más pobreza, más muerte, más enfermedad, más corrupción y más represión.

Maduro no dirá que Venezuela ha sufrido gravísimos retrocesos en absolutamente todos los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible. Sobre el objetivo uno, que se propone poner fin a la pobreza: basta decir que el régimen de Chávez y Maduro logró, en veinte años, duplicar la tasa general de pobreza, que pasó, aproximadamente de 47 a 95%. Sobre el objetivo dos, de ‘hambre cero’, Maduro no dirá que uno de cada tres venezolanos (32,3% según estudio de la ONU) necesita ayuda alimentaria. Que hay 2,3 millones de compatriotas que menguan en situación de hambre severa. No dirá que casi 700 mil niños viven en estado de desnutrición crónica, tal como lo demuestra la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2019-2020. Y que la mitad de mis compatriotas no cuentan con ingresos para garantizarse una mínima alimentación básica. Es decir, sobreviven subalimentados. Débiles y enfermos. La venezolana es una sociedad con un déficit creciente de proteínas.

Tampoco dirá, con respecto al objetivo 3, “garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades”, que, por ejemplo, la malaria, que fue erradicada a finales de los años 30 del siglo pasado, está causando estragos en numerosas partes del país, tal como ha denunciado Médicos Sin Fronteras. Solo en el 2019 se diagnosticaron 320 mil casos, dato que nos ubica como el país líder en toda América Latina. Algo semejante ocurre con la tuberculosis, cuya prevalencia, según proyecciones de la Organización Panamericana de la Salud, crecerá casi 70% en 2021, comparada con el 2015. Pero estos son solo dos datos, a los que se podrían añadir los del colapso masivo y extremo de la red hospitalaria, la ausencia de insumos en los hospitales, la alta mortandad reciente entre los profesionales de la salud -que han debido enfrentar la pandemia sin instrumentos ni materiales debidos para protegerse del virus, muchas veces sin siquiera agua y jabón para lavarse las manos-, la escasez generalizada de medicamentos, los padecimientos de las personas que necesitan dializarse o las muertes de personas cuyas vidas dependen de medicación regular.

No es necesario ser un especialista para hablar del estado de la Educación (objetivo 4): cualquier padre o madre sabe que el sistema educativo oficial está en ruinas. La Universidad Católica Andrés Bello -UCAB- acaba de publicar los primeros resultados de un estudio que muestra el agudo deterioro de la calidad de la educación pública. Maduro no dirá ni una palabra de esto, ni tampoco del fallido programa de las Escuelas Bolivarianas, ni recordará que hay centenares de escuelas sin electricidad, sin computadoras, sin libros ni equipos, pero sí con goteras en los techos, las paredes derruidas, los baños en permanente situación de inmundicia.

Este artículo se prolongaría más allá de los límites posibles, si recorriera punto a punto, cada uno de los ODS. Pero, a continuación, me referiré a algunas realidades de las que Maduro no dirá ni una palabra: en 20 años han desaparecido más de 400 mil empresas. De las casi 800 empresas que fueron expropiadas, el 99% está cerrada, paralizada o arruinada. Sólo en el quinquenio entre 2014 y 2019 -antes de la pandemia- la destrucción de empresas produjo la pérdida de 3 millones de empleos.

El objetivo 15, por ejemplo, “abordar las amenazas a las que se enfrentan las especies silvestres y los ecosistemas”, ha sido desconocido y pisoteado de forma deliberada, por políticas promovidas por Maduro, entre ellas, el llamado Arco Minero, ubicado en la zona sur del río Orinoco. No dirá en la Cumbre, que en Venezuela se está cometiendo el más siniestro ecocidio en curso en todo el planeta, que simultáneamente es un etnocidio, que actúa día y noche, destruyendo los hábitat de poblados indígenas, cuencas de ríos, capas de vegetación, ecosistemas donde convivían al menos 800 especies vegetales y animales. Maduro no dirá que esa salvaje explotación de recursos minerales, dirigida por él y operada a menudo por la narcoguerrilla del Ejército de Liberación Nacional, contradice sin vergüenza alguna, cada uno de los preceptos de los propósitos de la Sostenibilidad.

Entonces, ¿qué hará Maduro en la XXVII Cumbre Iberoamericana? ¿En qué consistirá su intervención? Mentirá. Una y otra vez. Negará la existencia de una crisis humanitaria. No se referirá a la única conclusión real y urgente sobre el estado de cosas en Venezuela: que Venezuela está cada día más lejos, de espaldas a los ODS y a los propósitos de la Agenda 2030. No dirá que su régimen está conduciendo a Venezuela a un estatuto de hambruna generalizada.

Leopoldo López

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