Leopoldo López

Activista venezolano por la libertad. Cofundador del World Liberty Congress. Fellow del Wilson Center.

En febrero de 2014, después de llamar a protestas no violentas contra el régimen corrupto y autocrático de Nicolás Maduro, fui arrestado, enviado a una prisión militar, mantenido en confinamiento solitario durante casi cuatro años, y condenado a 14 años de prisión después de que un juicio manipulado concluyera que era culpable de incitar a la violencia a través de mensajes subliminales durante mis discursos públicos. En 2017, fui enviado a arresto domiciliario hasta que escapé en abril de 2019 para buscar refugio en la Embajada de España en Caracas, donde permanecí hasta finales de 2020, cuando escapé de Venezuela para reunirme con mi familia que había estado en España desde 2019. Mi lucha contra el régimen dura ya décadas. Fui elegido alcalde de Chacao, en Caracas, en 2000, reelegido en 2004, y desde entonces se me prohibió presentarme a las elecciones y me convertí en blanco de ataques generalizados que incluyeron dos intentos de asesinato. Mi historia es una de tantas; no he estado solo en esta lucha. Cientos de activistas, líderes sociales, periodistas, dirigentes sindicales, empresarios, estudiantes, militares y ciudadanos de a pie han sido blanco del régimen de Maduro. Después de estar en el exilio y conocer de primera mano los testimonios de cientos de defensores de la democracia, ahora sé que lejos de ser un caso aislado, esta es la historia de millones de individuos dispuestos a levantarse y luchar por la libertad en todo el mundo.

El pasado noviembre lanzamos el World Liberty Congress para reunir a líderes prodemocráticos de más de 40 países autocráticos. El primer día se presentaron la 40 delegaciones. Fue revelador que durante horas escucháramos la misma historia repitiéndose en diferentes contextos y voces, las historias en primera línea. Es desde esa perspectiva que les hablo hoy, desde el punto de vista de hombres y mujeres que están dispuestos a arriesgar su libertad y sus vidas para lograr la libertad y la democracia. El WLC es una alianza democrática y no ideológica, orientada a la acción, compuesta por defensores de la democracia y activistas por la libertad. Pretendemos proporcionar a los movimientos prodemocráticos asistencia política, jurídica, financiera y estratégica para mejorar su eficacia. La idea del WLC fue inicialmente encabezada por Masih Alinejad, de Irán, Garry Kasparov, de Rusia, y yo mismo, pero hoy cuenta entre sus miembros con cientos de activistas de todo el planeta.

Según Freedom House, 2023 marcó el 17o año consecutivo de recesión democrática. Este ascenso de la autocracia ha alcanzado un nivel en el que el 70% de la población mundial vive ahora bajo algún tipo de régimen autocrático (según V-Dem). Sin embargo, esto no debe confundirse con la voluntad del pueblo; las encuestas mundiales reflejan que el 80% de la población mundial quiere ser libre y vivir en democracia. Las recientes y sorprendentes protestas en Irán, China y Cuba, por mencionar sólo algunas, demuestran que a pesar de los esfuerzos de dictadores y déspotas, la voluntad de ser libres sigue siendo constante.

Sin embargo, también es cierto que estos movimientos han tenido menos éxito dada la capacidad de las autocracias para reprimir y contener la transición a la democracia a través de protestas civiles. Los movimientos no violentos a favor de la democracia pasaron de un 60% de éxito en la transición a la democracia en la década de 1990, a menos del 5% en la actualidad, según un estudio reciente de la Universidad de Harvard.

A menudo me preguntan cómo un dictador como Maduro puede aferrarse al poder incluso cuando su gobierno y el de su predecesor, Hugo Chávez, han saqueado el país y han provocado que la calidad de vida caiga al nivel más bajo de cualquier nación de América Latina o el Caribe. Hay muchas maneras de responder a esta pregunta. Algunos dicen que se debe al acceso del gobierno a los recursos naturales, en particular el petróleo, y al apoyo de los militares. Incluso hay quien dice que se debe a las divisiones en el seno de la oposición venezolana. Pero, en mi opinión, hay una razón que destaca por encima de las demás: Maduro recibe apoyo de regímenes autocráticos de todo el mundo. Estos regímenes proporcionan financiación, tecnología, suministros militares y conocimientos técnicos, lo cual se utiliza despiadadamente contra quienes luchan por los derechos humanos, la democracia y la libertad. En mis conversaciones con luchadores por la libertad que viven bajo otros regímenes autocráticos, me cuentan la misma historia de gobiernos apoyados por autócratas de ideas afines.

Las autocracias han aunado sus esfuerzos para apoyarse mutuamente en una alianza no ideológica, pero muy pragmática para aprender unos de otros y apoyarse mutuamente. Este concepto, denominado “Autocracy Inc.” por Anne Applebaum, es una compleja red de corrupción transnacional y afiliaciones criminales. Veinte días antes de la invasión rusa a Ucrania, Putin se encontraba en Pekín consolidando su alianza con el régimen chino, y ambos estados hicieron pública una declaración conjunta en la que manifestaban su alianza en las relaciones internacionales.
Estas asociaciones son un componente crítico de la resistencia de estos regímenes. Los oligarcas rusos, ansiosos por impedir la democratización en América Latina, envían rutinariamente delegaciones a La Habana, Caracas y Managua para discutir la “seguridad” mutua. La visita más reciente fue la de Nikolai Patrushev, general ruso, oficial de inteligencia y orquestador de crímenes de guerra en Ucrania. El tema de discusión fue la supresión de las “revoluciones de color”. Disfrazada de misión diplomática, se trataba de una descarada intervención rusa en América Latina, con el propósito específico de compartir métodos de represión para aterrorizar e intimidar a cualquier posible disidente. Putin, a menudo considerado tradicionalista, nacionalista y de derechas, ha apoyado masivamente al nicaragüense Daniel Ortega, que se considera socialista y de izquierdas. Es importante darse cuenta de que las “ideologías” de estos déspotas son en realidad una delgada fachada para la corrupción transnacional y la exportación de violaciones de los derechos humanos. Putin no se enfrentará a ninguna reacción interna por su apoyo ideológicamente incomprensible a Ortega; el apoyo ruso no tiene sus raíces en la admiración por el sandinismo en Nicaragua. Es simplemente una estrategia para hacer que el mundo sea menos seguro para quienes respetan los derechos humanos, el Estado de derecho y la democracia.

La democracia está en retirada. Queramos aceptarlo o no, se está librando una batalla mundial contra la democracia liberal por parte de las fuerzas de la autocracia. Los dictadores reconocen que su enemigo es el propio sistema de la democracia, porque allí donde existe y prospera, proporciona una prueba irrefutable de que los ideales corruptos y decrépitos de la autocracia son huecos e inferiores. Sin embargo, quiero subrayar que la lucha contra la democracia liberal es también una lucha contra Estados Unidos, que es el principal defensor y proponente de la democracia en la escena mundial.

Por eso los comunistas chinos, los nacionalistas rusos y los teócratas iraníes se han apoyado entre sí. No están unidos por ideologías o principios. Están unidos simplemente por el miedo a la movilización popular, que es el principal desafío a su gobierno ilegítimo, así como por el deseo de socavar la influencia de Estados Unidos en todo el mundo. Por tanto, están dispuestos a apoyarse mutuamente de forma incondicional, porque reconocen que se enfrentan a una amenaza existencial. Si hay un propósito en mi visita de hoy a esta cámara, es convencerles a ustedes, y a las naciones amantes de la libertad de todo el mundo, de que los acontecimientos políticos en Caracas o Jartum o Hong Kong tienen implicaciones directas para la seguridad de Estados Unidos. Nosotros también nos enfrentamos a una amenaza existencial.
No podemos engañarnos pensando que no participar en esta lucha es una opción. Unos Estados Unidos pasivos que se contentan con hacer negocios con dictadores y que evitan hacer todo lo posible por envalentonar y dar poder a los luchadores por la libertad, están haciendo que el mundo sea más seguro para los violadores de los derechos humanos y los cleptócratas. Con o sin la participación de Estados Unidos, esta batalla se está librando. Hay que entender que perder un centímetro cuadrado frente a la autocracia fuera de Estados Unidos es estar un centímetro cuadrado más cerca de la autocracia dentro de Estados Unidos. Quienes pretenden extender la autocracia y socavar la democracia no carecen de fondos ni de armas. Han encontrado nuevas formas de proteger sus intereses, intercambiando recursos, inteligencia, apoyo militar y métodos de represión, independientemente de sus supuestas ideologías. Por eso, Estados Unidos debe asumir un papel activo en la creación de una alianza paralela, que se mantenga unida por el compromiso compartido de proteger los valores que en esta cámara apreciamos.
Imponer sanciones a los violadores de los derechos humanos es lógico y necesario, pero debido al criminal apoyo transnacional entre dictaduras, debe producirse una revaluación exhaustiva de las herramientas políticas disponibles. Y lo que es más importante, debemos darnos cuenta de que no podemos permitirnos el lujo de “perder la paciencia”, ni de conceder a estos regímenes grotescos ni una pizca de legitimidad en la escena internacional. Hacerlo no sólo condena a las personas atrapadas en ellos a vivir en la pobreza y la persecución a perpetuidad, sino que también hace que el mundo sea más seguro para aquellos que pretenden reproducir la tragedia venezolana, y puedo decirles que no hay escasez de estas personas en todo el mundo.

También hay que decirlo alto y claro: las Naciones Unidas han permitido que algunos de los violadores de derechos humanos más rampantes del mundo se hagan pasar por estadistas y miembros honestos de la comunidad internacional. La semana pasada, testifiqué en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, donde la Misión de Determinaciom de Hechos declaró que Maduro es responsable de cometer crímenes contra la humanidad. Fue sorprendente escuchar el coro de naciones autocráticas defendiendo al régimen de Maduro. Una vez más, independientemente de la ideología, los violadores de los derechos humanos se alinean para presentarse como gobiernos legítimos y votan para proteger los intereses de los demás. La resolución para expulsar al régimen iraní de la Comisión de Derechos de la Mujer de la ONU, por ejemplo, se enfrentó a una dura resistencia. Entre los que votaron en contra de la resolución se encontraban: Bolivia, China, Kazajstán, Nicaragua, Nigeria, Omán, Rusia y Zimbabue. El periodista Hillel Neuer apodó a este grupo el “Eje de la Vergüenza”. Señalaré que Venezuela no vota en estos asuntos por no estar al día en el pago de sus cuotas a la ONU, pero podemos afirmar con certeza que si pudiera, formaría parte de esta cohorte.

El autoritarismo es un ideal vacío y decrépito. Es incompatible con el espíritu humano, que anhela innatamente la libertad. Los dictadores temen intensamente la movilización popular ascendente, y por eso invierten tanto en suprimirla. Por definición, el autoritarismo se centra en la supresión de los derechos humanos básicos, como la libertad de expresión, de reunión, pensamiento y la religión. Esto significa que los autoritarios siempre tendrán enemigos, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Los dictadores siempre deben dirigir la mayor parte de su energía, fondos e influencia a aterrorizar y suprimir la voluntad de su pueblo, o su control del poder se desvanecerá.

Hemos hablado de las ventajas que tienen los autócratas sobre los demócratas. Sin embargo, ésta es una desventaja ineludible de los dictadores. Dependen del terror, la extorsión y el flujo constante de fondos y armas para mantenerse en el poder. Sus oponentes, sin embargo, están motivados por ideales mucho más poderosos e incorruptibles. A las víctimas del autoritarismo se les ha robado su humanidad básica. Por eso, en todo el mundo, los manifestantes prodemocráticos están dispuestos a salir a la calle semana tras semana, dispuestos a que les disparen, les peguen, les encarcelen y les torturen. En muchos lugares, los dictadores están descubriendo que su costumbre de maltratar y humillar a sus poblaciones crea una resistencia decidida y, con la ayuda de las naciones libres, cada vez más organizada y bien financiada. Incluso después de 7 meses, el pueblo de Irán sigue llenando las calles. Cuando vemos las imágenes de las mujeres iraníes resistiendo a una teocracia brutal, me pregunto: ¿qué mejor uso de la influencia y el liderazgo de Estados Unidos que envalentonar a este pueblo? ¿Qué mejor demostración de los ideales estadounidenses de democracia y libertad que el pueblo iraní o, de hecho, el cubano, el hongkonés, el sudanés o el venezolano en este momento?

Recomendaciones políticas

Recomendación No. 1: Garantizar el apoyo bipartidista a la ayuda de la democracia mundial

Es fundamental que las cuestiones de derechos humanos y democracia no queden atrapadas en la política partidista. Para que Estados Unidos lidere un esfuerzo multinacional sostenido para hacer frente a este problema, es esencial que dentro de todos los elementos del gobierno estadounidense exista un frente unificado y un compromiso para preservar la libertad y la democracia a nivel global. Esto incluye a los organismos encargados de hacer cumplir la ley, la administración presidencial, el congreso y el sistema judicial. Facilitar las condiciones para que la gente elija a sus propios líderes y no sea sometida a violaciones de los derechos humanos no debe ser partidista. Estados Unidos debe hablar con una sola voz sobre esta cuestión.

Recomendación No. 2: Apoyar la resistencia civil y las iniciativas democráticas

Las investigaciones demuestran que los motores más eficaces para la transición a la democracia son los movimientos populares de base no violentos. La presión externa es necesaria, pero debe considerarse complementaria a los movimientos a favor de la democracia y de resistencia civil. Es clave comprender que la presión interna requiere la movilización de un gran número de personas, ya sea protestando o votando. Tenemos que encontrar formas innovadoras de proporcionar recursos, estrategias y ayuda a la coordinación para que estos movimientos sean más eficaces. Estados Unidos y sus aliados deben ayudar a las iniciativas de la sociedad civil que participan en la organización comunitaria y proporcionan formación en métodos no violentos de resistencia. Este tipo de iniciativas son fundamentales no sólo para sacar a la gente a la calle, sino también para aumentar su eficacia.

Recomendación No. 3: Declarar la democracia como objetivo central de la política exterior

El Gobierno de Estados Unidos debería hacer, del apoyo a los movimientos orgánicos y localizados a favor de la democracia, un eje central de su política exterior. En otras palabras, independientemente de las denominaciones políticas, Estados Unidos debería tratar de identificar los movimientos preexistentes que luchan por el cambio democrático y proporcionarles apoyo técnico y financiero. Todas las decisiones de política exterior deben tener en cuenta las posibles consecuencias para los derechos humanos y la democracia. Es necesario coordinar los esfuerzos dentro y fuera del gobierno estadounidense. Diferentes departamentos y agencias estadounidenses deberían trabajar conjuntamente hacia el mismo objetivo. Al mismo tiempo, la coordinación con la sociedad civil y las ONG es fundamental para ampliar el alcance de las políticas en favor de la democracia.

Recomendación No. 4: Incorporar al sector privado

La lucha por la libertad y la democracia debe incluir también al sector privado. Hemos visto las consecuencias de atar las economías de naciones libres a otras autocráticas como Rusia y China. La guerra de Ucrania demostró el peligro de la dependencia de muchos gobiernos europeos del petróleo ruso. También hemos visto cómo la inversión guiada en el marco ESG (Environment, Social, and Governance) ha generado billones de dólares en inversores más conscientes. Sin embargo, los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), que son los 17 objetivos aprobados por la ONU en 2015 en los que se basa ESG, no hacen mención a los derechos humanos, la libertad, la democracia, y solo tiene una mención a la transparencia. Esto se debe a que el marco de la ONU para los ODS se debatió y aprobó con el voto de muchos regímenes autocráticos. Las cuestiones de derechos humanos, democracia y libertad están ausentes del marco de los ODS, por lo que proponemos la inclusión de la “L” de libertad en los ODS. Esto guiará la inversión y promoverá incentivos para diferentes iniciativas que promuevan la libertad en diferentes áreas, como las comunicaciones, un Internet seguro y el acceso a los servicios financieros.
Al mismo tiempo, es importante concienciar a los consumidores de que los bienes y servicios que consumen se fabrican o extraen en regímenes autocráticos. Por ejemplo, en Xinjiang, el trabajo esclavo de los uigures está muy extendido en la producción de bienes de consumo. Las empresas que operan en países autocráticos deben ser denunciadas como cómplices de estas violaciones de derechos humanos. Su actividad económica contribuye a apuntalar el régimen de Xi Jingping, y los consumidores e inversores estadounidenses deben enfrentarse a esta realidad.
Recomendación No. 5: Coherencia a la hora de negar legitimidad a los dictadores

Estados Unidos no debería enviar ningún tipo de ayuda financiera o militar a regímenes antidemocráticos y que cometan violaciones de los derechos humanos. Por ejemplo, Estados Unidos mantiene una beneficiosa asociación militar con Yoweri Museveni, el dictador ugandés que más tiempo lleva en el poder, gobernando el país con mano de hierro desde 1986. Si Estados Unidos quiere defender de forma creíble los ideales democráticos en la escena mundial, no puede haber dobles raseros ni desviaciones en aras de los intereses estadounidenses. Todas las dictaduras son incompatibles con los derechos humanos, y Estados Unidos debe dejar claro que se opone a las dictaduras en todas partes. Del mismo modo, Estados Unidos debería utilizar su influencia en la Unión Europea para adoptar una postura similar. Estados Unidos no puede democratizar el mundo en solitario; la plena cooperación de las naciones libres es fundamental si se quiere contrarrestar la amenaza autoritaria.

Recomendación no 6: Acceso masivo a Internet y a teléfonos inteligentes

Los sistemas autocráticos son sociedades cerradas. Los dictadores dedican muchos esfuerzos a restringir la información exterior para evitar cualquier desafío a la narrativa oficial del régimen. La dictadura es mucho más difícil de mantener con una población bien informada. Las restricciones a la libre circulación de la información constituyen un enorme desafío para los defensores de la democracia en las naciones autocráticas. Para movilizar con éxito a un gran número de personas en manifestaciones y actos cívicos, la democracia debe ser una prioridad. La desobediencia civil, los líderes activistas necesitan métodos de comunicación generalizados y sin censura que eludan el control de los autócratas.

Un programa de distribución masiva de teléfonos inteligentes en los países autocráticos es una forma práctica de conseguirlo. Ayudaría no sólo a una comunicación eficaz y a combatir la desinformación, sino también al acceso a distintas innovaciones y servicios que podrían proporcionarse directamente. También hay nuevas tecnologías como Starlink que pueden socavar gravemente los controles de los autócratas sobre el acceso a la información.

Recomendación No. 7: Apoyo a los exiliados

A medida que Estados Unidos reposiciona su política exterior para dar prioridad a la labor en favor de la democracia y los derechos humanos, debe tener en cuenta al mismo tiempo las vidas de los activistas que han sido objeto de detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones e intentos de asesinato. Tradicionalmente, Estados Unidos ha ofrecido asilo a muchas de estas personas, pero el proceso debe agilizarse. Las circunstancias sobre el terreno cambian a menudo con rapidez, y Estados Unidos necesita un proceso que ayude rápidamente a los defensores de los derechos humanos que se enfrentan a ser detenidos si no se les expulsa rápidamente del país. Deben eliminarse los trámites burocráticos en el proceso de concesión de visados.

Otra forma de ayudar a los defensores de la democracia es con un estatus migratorio estable. Hay miles de exiliados en Estados Unidos que tienen un estatus frágil, lo que restringe su capacidad de viajar. Uno de los principales retos que tenemos es coordinar los esfuerzos de los que están exiliados y los que siguen en el país. Los refugiados políticos en Estados Unidos deberían poder moverse libremente para coordinar los esfuerzos en favor de la democracia con sus colegas que siguen dentro de la dictadura.
Recomendación no 8: Apoyo y visibilidad para los presos políticos
El Departamento de Estado calcula que hay más de un millón de presos políticos en todo el mundo. Estas personas no gozan de protección legal y son sometidas regularmente a formas atroces de tortura física y psicológica. No se les permiten las visitas ni el derecho de apelación, y a menudo desconocen de qué se les acusa. Debemos alzar las voces de estas personas siempre que sea posible.

Estados Unidos debe ejercer presión diplomática, económica y política sobre los países que tienen presos políticos. También debe destacar sus nombres y facilitar la concienciación internacional sobre su difícil situación. Estas valientes personas no pueden caer en el olvido ni pudrirse en las celdas de las cárceles por alzar su voz contra la dictadura. Además, Estados Unidos puede proporcionar apoyo jurídico a las familias de los presos políticos para que puedan defenderlos y comunicarse en su nombre con mayor eficacia.

Recomendación No. 9: Apoyar los mecanismos internacionales de aplicación de la ley como la CPI

Estados Unidos y otras democracias deberían explorar formas de hacer más eficaces las instituciones internacionales. La supuesta misión de las Naciones Unidas de promover la paz mundial y proteger los derechos humanos se ve gravemente socavada cuando países como Rusia y China ejercen una influencia tan masiva en la toma ode decisiones de la ONU. El potencial de los mecanismos internacionales de aplicación de la ley es inconmensurable, pero debe ser reevaluado.

Estados Unidos debe apoyar a las instituciones internacionales que identifican, investigan y castigan los crímenes cometidos por los autócratas. Organizaciones como la CPI son fundamentales en la persecución de estos crímenes, como hemos visto en la reciente decisión de la CPI de emitir una orden de detención contra Vladimir Putin para que sea juzgado por crímenes de guerra. También inició una investigación contra Nicolás Maduro por crímenes de lesa humanidad. También reiteraré que la misión de investigación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU también identificó a Maduro como autor de crímenes contra la humanidad. Es fundamental que los EE.UU. y los países aliados apoyen a estas instituciones para que puedan ser más eficaces en su trabajo.

Recomendación No. 10: Replantear las sanciones y potenciar la legislación Magnitsky

La imposición de sanciones ha sido una herramienta habitual de las democracias para procesar a los autoritarios por violaciones de derechos humanos. Estados Unidos debería liderar la adopción de nuevas formas de sanciones selectivas contra funcionarios corruptos en países como Venezuela. La legislación Magnitsky ha supuesto un gran avance en este frente, al negar a los oligarcas rusos o a los funcionarios del régimen venezolano la posibilidad de adquirir propiedades o trasladarse con sus familias a vivir a naciones libres. La cleptocracia no tiene que ver con la ideología, sino con el robo de fondos en beneficio propio. Al encontrar nuevas formas de negar a los funcionarios corruptos la posibilidad de gastar su dinero mal habido, se reduce el atractivo de la corrupción transnacional.

El régimen venezolano vende la mentira de que las sanciones son la causa de la catástrofe humanitaria en Venezuela, lo que sabemos que es falso. En 2019, antes de la imposición de sanciones, la economía venezolana se había hundido más de un 60% y 4 millones de personas ya habían huido del país. Seamos claros; la situación en Venezuela es el resultado de la mala gestión del gobierno y la corrupción.

Las sanciones son una de las pocas herramientas diplomáticas pacíficas que pueden utilizarse para imponer consecuencias a los regímenes que violan los derechos humanos. Sin ellas, el autócrata no tiene motivos para frenar su comportamiento. Para aumentar la eficacia de las sanciones, hay que tener en cuenta los sistemas transnacionales de corrupción que apuntalan estos regímenes. Deben enfrentarse a los facilitadores: los individuos y las empresas que siguen haciendo negocios con los autócratas. Limitarse a sancionar a los funcionarios del régimen será insuficiente para orquestar el cambio político.

Recomendación No. 11: Responder eficazmente a la represión transnacional

La represión transnacional es el intento de los autócratas de cometer crímenes contra sus oponentes fuera de sus fronteras. Se trata de un hecho extremadamente común, y los métodos pueden incluir el secuestro, el asesinato, la extorsión, las deportaciones ilegales, la coacción por poderes o la agresión. Dentro de nuestra red de activistas en el World Liberty Congress, Masih Alinejad fue objeto de un intento de asesinato en Nueva York a principios de este año. Paul Rusesabagina, de quien nos complace informar que ha sido excarcelado esta semana, fue secuestrado en 2020 por el gobierno ruandés, embarcando en un avión que él creía que le llevaría a Burundi, pero que en lugar de ello le condujo a Kigali, donde sería encarcelado. Otro caso de nuestra red es el del activista palestino Fadi Elsalameen, que ha sido objeto de intentos de asesinato por parte de la Autoridad Palestina a pesar de ser ciudadano estadounidense y vivir en Washington. Los servicios de seguridad e inteligencia estadounidenses deben encontrar métodos eficaces para proteger a los defensores de los derechos humanos cuyas vidas están amenazadas por los dictadores. Deben realizarse esfuerzos para adelantarse a los ataques, y también para prever consecuencias para los dictadores cuando envíen a sus agentes a cometer crímenes contra personas en otros países.

Recomendación No. 12: Uso de FinTech y Bitcoin/Lightning para superar los obstáculos de las autocracias para aportar apoyo financiero

Debemos utilizar las nuevas tecnologías para mover recursos dentro de los regímenes autocráticos sin la vigilancia de los dictadores. Esto incluye el uso de FinTech y Bitcoin/Lightning para transferir recursos a los activistas. Hemos visto en los últimos periodos que los regímenes autocráticos tratan de limitar el acceso de las ONG controlando su capacidad para utilizar financiación externa. Proporcionar un apoyo financiero fiable es fundamental para el éxito de los movimientos democráticos, por lo que se necesitan nuevos métodos de financiación que sorteen los sistemas financieros de los autócratas.

Recomendación No. 13: Una Alianza por la Libertad

Se ha hablado mucho de la cooperación de los autócratas. La tesis central del World Liberty Congress es la necesidad de articular una alianza global de líderes activistas que no sólo aboguen por la libertad a escala internacional, sino que estén dispuestos a arriesgar sus
vidas dentro de sus países para lograr una transición democrática.

Pretendemos identificar formas concretas de potenciarnos mutuamente y cooperar para que nuestros propios movimientos sean más eficaces. Aunando nuestras experiencias, recursos y estrategias, formamos una amenaza mucho más formidable para los dictadores.
Los miembros del WLC son extremadamente diversos desde el punto de vista religioso, cultural, étnico, geográfico e ideológico. Sin embargo, como todos nos hemos enfrentado a los mismos métodos brutales de represión y todos abogamos por la transición democrática, somos capaces de formar un frente cohesionado. Este es un excelente punto de partida, pero resulta insuficiente sin el respaldo de una alianza multinacional de gobiernos simpatizantes.

Estados Unidos debería empoderar a los movimientos activistas como el WLC y cooperar con nuestras iniciativas para abogar por la liberación de los presos políticos, coordinar las sanciones contra las redes cleptocráticas y formar a los activistas en la resistencia no violenta. También debería utilizar su influencia global para conseguir que otros gobiernos que valoran la libertad hagan lo mismo. La unión de los movimientos por la libertad comprometidos con unas elecciones justas, el Estado de derecho, el respeto de los derechos humanos y la restauración de la democracia es esencial en esta lucha, y Estados Unidos tiene un enorme papel de liderazgo que desempeñar para que esto se haga realidad.

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