Fuente: El Comercio.

Con más de cinco años de retraso, el régimen de Nicolás Maduro ha reconocido el hambre y la desnutrición que padecen los venezolanos. Desde 2015 el consumo de proteínas comenzó a caer, la dieta se concentró en harinas, millones de hogares bajaron la cantidad de comidas al día. La escasez de alimentos agravó más la situación.

Venezuela ha sido convertida en una nación hambrienta y desnutrida. Las hirientes imágenes de niños y adultos escarbando en los contenedores de desechos se repiten en grandes ciudades y en pequeñas poblaciones.

Durante años Maduro ha negado esta realidad. En febrero 2019 dijo que la crisis humanitaria era invención del imperialismo. Que haya aceptado ayuda del Programa Mundial de Alimentos de ONU, para suministrar comida a escolares, subraya la extrema gravedad de lo que ocurre.

¿Cómo llegamos aquí? Tras una política sistemática de expropiaciones, regulación absurda de precios, acoso a los productores y la agroindustria, concentración de importaciones para convertir los alimentos en instrumentos de extorsión política y social, un vasto conglomerado de corrupción a beneficio de los jefes del régimen y sus testaferros.

El objetivo del poder se ha cumplido: la producción nacional ha caído hasta un 90% en los rubros más importantes -maíz, arroz-, la economía de los bodegones opera con tasas especulativas fuera de toda lógica, los venezolanos han perdido entre 8 y 10 kilos de peso en los últimos tres años.

Ante millones de trabajadores sin empleo, cada vez más empobrecidos y hambrientos, sin medicamentos ni acceso a servicios de salud, ha irrumpido la pandemia. 95% de las familias venezolanas carecen de ahorros y apenas tienen ingresos para subsistir. El confinamiento supone un mayor deterioro: menos alimentos, menos comidas al día.

No es exagerado el título de este artículo. A diario, madres y padres del 50% de las familias venezolanas deben elegir entre salir a la calle a buscar ingresos, asumiendo el riesgo del contagio, o quedarse en casa y aceptar el castigo del hambre, con la esperanza de que algún día llegue la vacuna.

Venezuela destaca como uno de los países con mayor retraso en vacunación. También desconcierta por el descaro con el que las pocas vacunas disponibles se usan en beneficio de Maduro y su corte, al tiempo que opera una gigantesca red de corrupción que exige hasta 500 dólares por vacuna. Violentando las premisas de OMS el régimen solo vacunará a los portadores del “Carnet de la Patria”, población sometida a controles sociales, políticos y económicos.

Morir de Covid19 o morir de hambre: a eso se reduce el futuro de millones. ¿Es posible romper el dilema infernal entre hambre y Covid19? La respuesta está en cada rincón de la Venezuela decente y agrupa a una mayoría aplastante: Maduro debe irse ya, para dar paso a una vida libre, productiva y bajo condiciones de verdadera justicia. Una Venezuela sin exclusiones y sin hambre.

Leopoldo López

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