Constantemente se afirma que en el seno de las fuerzas políticas alternativas al gobierno no existe un liderazgo. Al respecto quisiera hacer tres consideraciones para ilustrar mi posición sobre el tema. En primer lugar, el liderazgo no se decreta, se construye día a día; no surge de la noche a la mañana por arte de magia. En segundo lugar, estoy convencido que para enfrentar la amenaza que actualmente padece nuestra democracia y los cientos de problemas que sufren los venezolanos día a día, se requieren miles de líderes en todo el país, no un sólo líder. Y en tercer lugar, es justo y alentador reconocer que esos miles de líderes ya existen, están regados por toda Venezuela y han venido ganando su liderazgo a fuerza de trabajo, en cada una de sus áreas de acción.
Estos líderes son, principalmente, dirigentes sociales, dedicados al trabajo comunitario. Personas que, por su trabajo, logran el reconocimiento de su comunidad, y que por la amplitud con que lo hacen obtienen el respeto de todos sus vecinos, independientemente de la posición política que defiendan. Los encontramos en organizaciones civiles, sectores sindicales y gremios de profesionales, y sin duda, también los encontramos en las bases de los partidos políticos.
¿Cómo se traduce la organización social en una organización política y en una mayoría electoral? Sin duda, a través del reconocimiento del liderazgo de base. Sin duda, dándole la oportunidad a todo aquel que tiene un liderazgo comprobado, pero que quizás no entra en la “lista” por no ser miembro de un partido o porque, siendo parte del él, no es del agrado de los “decisores” o no tiene suficientes “contactos”.
La “Unidad” no debe ser una declaración de intenciones ni un discurso para aparentar que se está en sintonía con una demanda popular. Tampoco puede ser una excusa conveniente para no plantear un debate sobre las estrategias a seguir de cara a las elecciones de Diputados a la Asamblea Nacional, Concejos Municipales y Juntas Parroquiales. Tenemos la responsabilidad ética de dar una discusión, que no tiene que ser vista como señales de división, sino como una oportunidad para obtener la mayoría en la contienda electoral de 2010 y recuperar las instituciones que hemos perdido. Estamos hablando de 5.600 cargos que con suplentes llegan a 11.200. Un poliedro lleno de líderes.
La “Unidad” es una exigencia histórica ante los problemas que enfrenta el país y, por tanto, debe convertirse en praxis política. Es decir, debe trascender el discurso y la retórica, y transformarse en un proceder. Requiere de estrategias adecuadas, que estén a la altura de las circunstancias. Nos exige aprender de los errores del pasado. Por ello, vale la pena recordar que en 2008 perdimos 76 Alcaldías y 2 Gobernaciones en donde la alternativa había obtenido más votos, pero por no ir unidos, hoy los gobierna el oficialismo. Ejemplos de ello son: Valencia y Maracay por mencionar los más emblemáticos.
Tenemos la obligación de dar una respuesta contundente. Si queremos resultados distintos, debemos hacer un esfuerzo por aglutinar a diversos sectores políticos y sociales alrededor de una estrategia común que sea exitosa. Por eso le he planteado al país la importancia de que los candidatos de la alternativa sean escogidos por el voto popular, a través de un proceso de primarias, impulsando la tesis de que debemos ir a la contienda con candidatos fuertes, nacidos del seno del liderazgo popular, legitimados por los ciudadanos.
Entonces, ¿quién mejor que el pueblo para decidir quién tiene el mayor respaldo? Nadie niega que se puedan utilizar otras herramientas para la búsqueda de acuerdos. Pero más temprano que tarde se demostrará la necesidad, la utilidad y el valor intrínseco de las primarias.
Generemos un estallido de liderazgos en todo el país ¡Vamos por primarias!