En nuestro país los derecho más básicos son violados diariamente por un Estado que no sólo es ineficiente sino que ha sido corrompido y secuestrado por una camarilla del partido de gobierno. Analicemos en esta oportunidad el de la salud.
La crisis de este sector debe ser evaluada desde diferentes dimensiones. En primer lugar, desde el punto de vista de la infraestructura del sistema. Hoy, el 70% de las camas están fuera de servicio. Tan sólo el 12% de las ambulancias públicas del país están operativas y el tiempo promedio de espera para el traslado a un hospital es de 4 horas, sin hablar de que el déficit de insumos médicos supera el 40%.
Otra dimensión a analizar son las condiciones en las que trabajan los médicos, enfermeros y obreros de la salud. El salario promedio de un médico en el sector público, cuyo promedio de estudios y formación es de 7 años es de 3.500 Bsf. mensuales y las condiciones de salubridad y seguridad en la que prestan servicio son realmente inhumanas. En varios recorridos por centros de salud del país he conversado muchísimo con médicos y enfermeras y recuerdo unas palabras que ilustran muy bien el drama de nuestra salud pública. Me decía una enfermera del Pérez Carreño, “¿sabes cuántas veces al día tengo que explicar que no hay cama, que no tenemos el medicamento y todos quieren que le atiendan primero cuando no hay ni una camilla para acostarlos? La gente llega pero no sabe cuántas horas tiene uno sin dormir, viendo de todo, expuesto al peligro. Con las condiciones en las que trabajamos más bien hacemos magia”.
A día a día se le suman eventos realmente graves como la crisis de los pacientes de cáncer donde los equipos para quimioterapia y radioterapia están fuera de servicio o el resurgimiento de enfermedades superadas el siglo pasado como la malaria.
Frente a esto, pueden estar seguros de que nuestro compromiso seguirá inalterable: vamos a poner toda nuestra energía en construir una patria distinta para nuestros hijos donde la salud sea una prioridad. La lucha apenas comienza.
