Leopoldo López, ex alcalde de Chacao y uno de los principales voceros de la oposición, propone el mecanismo de las primarias para legitimar y renovar liderazgos en municipios y circuitos electorales. Una opción que permita, incluso, la participación a gente que venga del oficialismo, que quiera “la idea de transformación de lo que pasó y de lo que está pasando en Venezuela”. De lo contrario, “no vamos a construir una mayoría. Puede haber, ocasionalmente, un rechazo mayoritario al Gobierno, pero si no logramos convertirlo en una fuerza organizada, identificada con ese anhelo de transformación que quieren los venezolanos, no será suficiente para impulsar los cambios”.
El debate sobre la unidad tiene que partir sobre un hecho muy concreto: en 2008, la oposición perdió 79 alcaldías en circunscripciones electorales donde obtuvo más votos que el oficialismo. No hubo eficacia política aunque “se hicieron innumerables compromisos y golpes de pecho”, lo que no impidió que surgieran episodios de “imposiciones y autoritarismo, que causaron un malestar y agravaron el problema político”. Se trata de ir más allá, utilizando las herramientas de la democracia y su regla de oro: la consulta en las urnas.
¿Cuáles fueron las razones políticas e ideológicas si las hay que lo llevaron a usted a separarse de Un Nuevo Tiempo?
Tiene que ver con la misma propuesta que estamos haciendo actualmente: la renovación y legitimación del liderazgo. Uno de los grandes problemas que tiene la oposición, y que en buena medida ha impedido que surja la alternativa, es precisamente la falta de legitimación y renovación de quienes la conducen. ¿Cómo lograr eso? Nosotros estamos planteando la vía democrática. Si nosotros izamos la bandera de la democracia, tenemos que ser coherentes con ese planteamiento: a lo interno de las organizaciones y con esa alternativa que recoge a millones de personas, quienes no están identificadas con colores políticos pero sí con la idea de que las cosas se pueden hacer distintas en el país. De esos millones de venezolanos, hay muchos que vienen del oficialismo; hay que definir un proyecto de país que los incorpore, en el cual nos sintamos legítima y honestamente identificados.
Los pasos para alcanzar la unidad pudieren ser: ¿cómo se ponen de acuerdo para seleccionar candidatos, cuál va a ser el mecanismo de consulta y cómo se van a presentar esos candidatos a los electores, a través de la única o una plataforma unitaria? Pero no hay ánimo de debate, porque el trasfondo es la falta de legitimidad.
La unidad hay que plantearla a raíz de los resultados que se obtuvieron en las elecciones más recientes, que fueron en 2008. Ese año se hicieron innumerables compromisos y golpes de pecho alrededor de la unidad.
El caudal de votos que obtuvo la alternativa fue importante, pero la pregunta es por qué ese caudal de votos no se reflejó en el número de alcaldías. Y la respuesta es que la unidad no fue eficaz. Hay que recordar que en 76 alcaldías hubo más votos de la alternativa que del oficialismo, pero allí gobierna el Psuv. Hay que ver lo que eso significa. Estamos hablando de ciudades importantes: Maracay, Valencia, Barcelona, Machiques y el estado Barinas.
Hay que reconocer que se cometieron errores o que el método no fue eficaz. Se traicionó la voluntad popular. Esto es muy importante, no fue un problema de que la gente no salió a votar; todo lo contrario, la gente salió a votar por un cambio y por una oferta opuesta al oficialismo, pero no supimos encauzar esa voluntad popular. Ese es el desafío que tenemos actualmente.
¿La dirigencia política no estuvo a la altura de la responsabilidad que enfrentaba?
No estuvo, no estuvo. Lo principal que habría que hacer es reconocer qué fue lo que ocurrió. El problema no desaparece porque lo pongamos debajo de la alfombra o no hablemos de él. Si vas a Valencia, a Maracay, a Barinas o al estado Bolívar, el malestar está ahí, latente. En Bolívar hay un gobernador del oficialismo porque no tuvimos la voluntad para materializar la unidad y la eficacia política. Difícilmente podemos curar una enfermedad si ni siquiera la reconocemos.
Hay un problema de raíz, y la oferta que se está haciendo actualmente es similar a la que se planteó en 2008, que es consenso y encuestas para escoger a los candidatos. Allí hay un problema de raíz.
Se afirma que cualquier fórmula es válida mientras se logre la unidad. Parece una cuestión de semántica. ¿Qué piensa usted?
¿Cómo se construye la unidad, cómo se identifica a los candidatos y cuál es su propuesta? Ese es el corazón del asunto. Es un punto a partir del cual se produce el estancamiento o el impulso de una alternativa. Recientemente escuché a un dirigente de la oposición decir que el método no tenía importancia, “¡que podía ser hasta con un sacapiojo!”. El problema se banaliza públicamente. En Últimas Noticias leí la columna de otro dirigente, cuyo planteamiento era que “por ahí están proponiendo `un concurso de popularidad para escoger candidatos'”. Bueno, hermano, ¿qué es la democracia sino una elección entre los ciudadanos de quienes quieren ser sus representantes? La democracia tiene que ver con la pregunta que se les hace a los ciudadanos para que puedan proyectar sus prioridades y sus aspiraciones, a partir, justamente, del ejercicio del voto. Entonces, el esquema de cómo se construye la unidad es modular.
¿No es algo que pueda soslayarse?
Si somos la alternativa ante un gobierno autoritario, que además muestra claras evidencias de que se maneja fuera de la Constitución, nosotros tenemos que ser coherentes con la democracia. En esta oportunidad, deberíamos abrirnos a ese mosaico complejo que tiene la alternativa para que los candidatos puedan ser electos por los ciudadanos. Por eso estamos proponiendo las primarias.
Es un hecho muy curioso, porque esto podría enmarcarse dentro de lo que es el debate entre democracia representativa y democracia participativa. ¿Cómo lograr que la representación goce de participación y legitimidad?
Soy de la idea de que, si nosotros hacemos las cosas bien, si logramos tener un proyecto atractivo, si logramos identificar los verdaderos liderazgos, que puedan impulsar la movilización, podemos ganar la Asamblea Nacional, al igual que los consejos municipales y las juntas parroquiales. Ahora, más allá, también hay una gran oportunidad de sembrar liderazgos en el país, hay una gran carencia de liderazgos legitimados. ¿Quién es quién para decir tú entras y tú no entras? ¿Quiénes son los consensuadores? Cuando se habla de consenso, tenemos que preguntarnos: “¿Consenso entre quiénes?”. La respuesta que damos nosotros es: “Consenso sí, pero entre los ciudadanos”, y hemos respondido todas las preguntas vinculadas con el tema de cómo llevar adelante esa legitimación. Ciertamente, tenemos que buscar en la ciudadanía la fortaleza para seguir adelante.
¿Qué va hacer para que esta propuesta no se vea como el gran corolario de la antipolítica?
Creo que esta propuesta es profundamente política; que además se enfrenta a una práctica de hacer la política, pero es política, no es antipolítica. Es una propuesta que plantea la incorporación de todos y busca abrir las compuertas de la política a sectores más allá de los partidos. Los partidos son importantes, pero no son suficientes. Es una propuesta que estimula la participación de los sindicatos, de los líderes comunitarios, y que además propicia la incorporación efectiva en la política de los líderes estudiantiles y juveniles.
El Psuv está organizando su congreso ideológico y probablemente repita la fórmula que le funcionó en 2008, es decir, la elección de candidatos por la base. El Psuv está aceitando la maquinaria. El presidente Chávez insiste en eso. ¿Y la oposición?
Mira, hermano, nos guste o no nos guste, hay que reconocer que el mecanismo de elección de candidatos en 2008 fue más democrático en el Psuv que en la oposición, que en la alternativa. Eso es una realidad, pero esto lo tenemos que ver desde una perspectiva que nos permita ser más democráticos aún. ¿Cómo podemos deshacer los rasgos de autoritarismos y de imposiciones que surgieron en los episodios de 2008? Para que la oposición se convierta en una verdadera fuerza de cambio, para que incorpore a millones de personas en la búsqueda de un rumbo distinto, necesitamos ser coherentes con la democracia y con su regla de oro: que el ciudadano elija quiénes son sus representantes. Entonces, el método, las primarias, pasan a ser un fin en sí mismo y una oportunidad para la participación de la ciudadanía, la legitimación de los liderazgo y la apertura de las compuertas de ese mosaico complejo que hoy está en la alternativa democrática.
Esa propuesta ha sido duramente criticada y pareciera que no tiene eco en los partidos políticos.
Ciertamente ha sido criticada por algunos partidos políticos, pero tiene una profunda calada en los ciudadanos: goza del 75% del apoyo popular. Aquí entran, nuevamente, los cortos circuitos que puedan existir entre la dirección política y las aspiraciones de los ciudadanos. Creo que nosotros tenemos que tirar cable a tierra con la gente y con una realidad, una Venezuela, que cambió. Esa es la verdad. Los venezolanos quieren participación.
Aquí no podemos plantear un proyecto restaurador. Tenemos que plantear un proyecto transformador, un proyecto de futuro, que busque superar lo que ocurrió en el pasado y lo que está ocurriendo en este momento y para eso los ciudadanos quieren participar. Si algo ha ocurrido en esta última década, tanto en el oficialismo como en la alternativa, es que la gente quiere participar.
Lo que uno ha visto en la oposición son alianzas electorales, eficaces o no, pero no ha habido conexión con esa idea de transformación.
Precisamente ahí está el desafío: romper con esquemas que no nos han permitido cohesionar a la mayoría en la sociedad venezolana, organizar a sectores importantes de la ciudadanía con entusiasmo. No podemos partir únicamente del sentimiento opositor; tenemos que generar un sentimiento de esperanza. Hay dos grandes vectores que movilizan a una población: el miedo, que ha sido factor determinante en la movilización de la oposición; pero también hay otro sentimiento, al cual creo que tenemos que dedicarle todo nuestro esfuerzo, que es el sentimiento de esperanza, que puede ser mucho más movilizador y cohesivo que el miedo.
Por: Hugo Prieto
Fuente: Últimas Noticias