Me levanto muy temprano para aprovechar la diferencia horaria y poder hablar con Lilian y mis hijos, sin estar pendiente del reloj.
A las 4:30am de aquí de Venezuela son las 11:00 am en España. Es el momento en el que me lleno de fuerza, con el calor de mi familia, hasta que amanece y empiezo con mis reuniones del Centro de Gobierno.
Ese es el tiempo en el que me recargo de energía, viendo cómo han crecido Manuela, Leopoldo Santiago y Federica, qué cosas nuevas han aprendido.
Siempre he sido de las personas que ve de cada adversidad, una oportunidad de crecimiento, de reinvención. Desde que me tocó vivir una prisión injusta por años, veo cada injusticia como una prueba de coraje. Cada día es una oportunidad para fortalecer el alma, la mente y el cuerpo.
Los momentos en los nos sentimos rodeados de adversidades, de injusticia, de incertidumbre son una invitación a pensar y valorar lo que es verdaderamente importante. Pensar en poder volver a abrazar a mi hijos y a mi esposa, que ellos y todos nuestros niños puedan tener un futuro aquí en Venezuela es la fuerza que me impulsa a seguir todas las mañanas.