Ante una represión, diez protestas pacíficas. Ante un insulto, una propuesta. Ante la negligencia, el trabajo social. Ante el atropello, un millón de voluntades.
Para los venezolanos, la defensa de los derechos consagrados en la Constitución es una lucha que debemos dar en varias dimensiones: la permanente divulgación de cuáles son nuestros derechos, la contraloría social y la denuncia de las violaciones de cualquier tipo y, finalmente, la protesta pacífica ante el atropello y por la reivindicación de los derechos sociales, políticos, económicos y humanos. De hecho, la protesta en sí misma es un derecho constitucional (artículo 68 de la CRBV) y además es una herramienta formidable en la lucha ante un Estado que sistemáticamente niega a los venezolanos la plenitud de sus derechos.
La protesta se manifiesta de distintas maneras pero la primera de ellas es asumiendo un “estado de conciencia irreverente” ante un Estado que atropella. Existen distintas formas de materializar la acción de la protesta: marchas, protestas simbólicas, huelgas y comunicaciones, entre otras. Algunas colectivas y otras individuales. Todas válidas.
El sábado pasado decenas de miles de venezolanos dimos un paso adelante y expresamos nuestro rechazo ante una serie de empujones y patadas que la Asamblea y las instituciones del Estado les han dado a los ciudadanos. Leyes inconsultas, cierre de medios, insultos permanentes. Es el Estado actuando como el mimo de la camisa de rayas rojas y blancas que hace dos semanas, con cara de “yo no fui”, le cayó a patadas a los periodistas de la Cadena Capriles, por el delito de expresar con un panfleto su rechazo a las leyes y los atropellos.
Una manifestación popular inmensa, llena de fuerza y ganas de construir futuro para todos los venezolanos, que fue recibida por los cuerpos de seguridad del Estado con represión. Sin detenerse en el impacto sobre niños y personas de la juventud prolongada. El Estado no sólo reprimió con perdigones y gases tóxicos, sino que también lo hizo con una arenga ante los funcionarios de seguridad en donde pretendían señalar que quienes marchaban eran traidores apátridas que debían ser reprimidos. Arenga ratificada por el Presidente al condecorar al “gorila” que comandó la desmedida represión del día sábado.
Siendo la violencia y la represión una política de Estado ¿nos inhibimos de protestar, de salir a la calle pacíficamente? Todo lo contrario. Es nuestro deber fortalecer la organización de la protesta y llevarla a todos los escenarios. Para ello debemos organizarnos cada vez más, ser más eficaces, más cohesionados, más fuertes. En cada pueblo, en cada barrio, que surjan los líderes que organicen e impulsen la acción social y la protesta. Es por esto que estamos proponiendo una organización de líderes comunitarios, que se constituyan en redes con la intención de hacer un diagnóstico de sus comunidades, en donde se identifiquen carencias en las escuelas, los ambulatorios, los servicios básicos, la basura, la inseguridad y que de allí se avance con la contraloría social, la denuncia y la protesta pacífica, tal y como lo permiten la Constitución y las leyes. Este trabajo debe estar siempre acompañado de la acción social, de programas que aún sin ser gobierno nos permitan ayudar a mejorar la calidad de vida de los venezolanos.
En este contexto, para continuar la lucha pacífica que dimos el día sábado en las calles de Caracas, en donde muchos salimos intoxicados y heridos, pero moralmente fortalecidos, debemos pasar a una fase que permita una mayor presencia e impulse la acción social en cada una de las áreas. ¡Actívate!