El líder opositor conversa con ABC sobre su salida de su país de origen y la lucha contra el chavismo
Leopoldo López (Caracas, 1971) despierta entre sus seguidores una fascinación al estilo de una superestrella. A los 29 años, fue alcalde de un municipio caraqueño y alcanzó un alto nivel de popularidad que lo enemistó con el entonces presidente, Hugo Chávez, pues en la Venezuela bolivariana solo se permitía que un líder carismático fuera capaz de despertar el frenesí de las masas. López, un magnífico orador, amenazaba el liderazgo político del mandatario, lo que le hizo conocer la furia chavista. En 2008, la Contraloría de la República ordenó inhabilitar al dirigente opositor de cualquier actividad pública. Esto le cerró las puertas a la alcaldía de Caracas, pero no impidió su proyección como líder nacional.
Fundó el partido Voluntad Popular, con el que dio un vuelco a la tradicional organización de formaciones políticas en el país. Con Nicolás Maduro conoció el encierro en las mazmorras de la cárcel militar de Ramo Verde. En 2017, el Tribunal Supremo de Justicia le otorgó una medida humanitaria de arresto domiciliario. Tras liderar un fallido levantamiento cívico militar junto al presidente interino, Juan Guaidó, se refugió en la Embajada de España en Caracas , donde vivió los últimos 18 meses. El pasado 25 de octubre, llegó a Madrid, al salir de la legación diplomática. Conmovido y con lágrimas en los ojos, pero con una sonrisa que le sale del alma, López comenta a ABC que llegó de sorpresa a su residencia, ubicada en el lujoso barrio de Salamanca, donde se encontraba su familia reunida a la hora de la comida. Su mayor deseo era sorprender a sus hijos. Al tocar la puerta, su esposa Lilian le pidió a Manuela, su hija mayor, que abriera la puerta. Cuando lo hizo, se quedó en «shock».
Hoy en Madrid, y por fin en libertad, López habla con ABC sobre su salida de Venezuela, en este adelanto de una entrevista más extensa.
Tras más de siete años preso, ¿qué se siente al estar en libertad?
Es raro. Pasé siete años en distintos tipos de confinamiento. De lo más radical, del encierro solitario en la cárcel de Ramo Verde, al arresto domiciliario. Aunque estaba con mi familia, vivía rodeado de funcionarios del Sebin. Por último, viví en la Embajada española. Estaba bien, pero aislado. En España, me encuentro con una libertad parcial, porque mientras Venezuela y los venezolanos estén sufriendo la opresión y todas las dificultades que atravesamos, yo no me puedo sentir libre.
Hablemos de su salida de Venezuela. Usted llegó a decir que nunca se iría del país. ¿Cuál fue el detonante para que tomara esa decisión?
Es verdad. Siempre dije que no quería irme del país. Tenía esa convicción. Sin embargo, las circunstancias han cambiado. Llegué a la conclusión de que podía aportar más para el proceso de Venezuela estando fuera del país. Quería poder hablar con las instituciones, gobiernos, parlamento y medios de comunicación. Y no podía hacerlo desde la Embajada, porque tenía esa limitación.
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