En Madrid, las manifestaciones forman parte del paisaje cotidiano. Las calles de la capital española son el escenario de protestas por una amplia variedad de motivos. Están quienes están a favor y quienes están en contra de las corridas de toros. Están quienes buscan reivindicaciones laborales, quienes alzan la voz para mejorar las condiciones del sistema de salud, quienes defienden la caza o quienes proponen un control más estricto de los alquileres. Todas estas manifestaciones tienen una razón de ser y cuentan con el apoyo de diferentes sectores de la sociedad.
Yo vengo de Venezuela, un país donde la situación es muy diferente. Pasé siete años en prisión por haber convocado una manifestación pacífica en defensa de la democracia. Desde que llegué a España, trato de participar en todas las manifestaciones que puedo, acompañado de mis hijos. Ellos vivieron de cerca mi encarcelamiento, especialmente los mayores, y mi hija menor, aunque ha crecido en España, también siente la lucha que nos ha marcado como familia. Los llevo a las manifestaciones porque quiero que experimenten uno de los ejercicios más importantes de la democracia: la protesta pacífica.
La semana pasada participamos en una manifestación por el control de los alquileres y mi hija de seis años me hizo una pregunta que me llamó la atención: “¿Quién convoca estas manifestaciones? ¿Y quién permite que se hagan?”. La segunda pregunta me pareció especialmente interesante: ¿quién permite que la gente se manifieste en las calles? Le respondí que lo permite la democracia. Aprovechamos la ocasión para hablar con los manifestantes, preguntándoles sus razones para estar allí. Distintas personas explicaban sus motivos a mi hija de seis años y a mi hijo de doce, quienes escuchaban atentamente.
Mis hijos, curiosos, les preguntaban a algunos manifestantes si sabían quién permitía estas protestas. Ellos, sorprendidos por la pregunta, respondían: “¿Cómo que quién lo permite? Aquí todo el mundo puede manifestar”. Esa es precisamente una de las maravillas de vivir en democracia. Les expliqué a mis hijos que, en Venezuela, por convocar una manifestación pacífica, fui encarcelado. Y que, lamentablemente, miles de personas en nuestro país siguen en prisión por ejercer su derecho a protestar. Les recordé que esa es una de las razones por las cuales no podemos regresar a Venezuela todavía: la falta de democracia.
La democracia tiene muchas formas de expresarse, y una de las más visibles es la protesta pacífica en las calles, donde se escuchan diversas voces y puntos de vista. Para algunos en España, estas manifestaciones son vistas como una señal de polarización, y puede que tengan razón. Son diferentes visiones que conviven en una sociedad plural. Sin embargo, para quienes venimos de un país donde las manifestaciones son criminalizadas y donde la democracia ha sido destruida desde su esencia, estas protestas son una expresión poderosa de libertad. Siempre es gratificante ver el ejercicio democrático en acción, aprender de él y recordar por qué seguimos luchando por una verdadera democracia en Venezuela.
Leopoldo López
