Fuente: Prodavinci
En la cárcel he desarrollado una rutina que me ha mantenido fuerte espiritual, mental y físicamente. Más que nunca he tomado como mía esa consigna, vigente desde los griegos, de buscar el equilibrio entre alma, mente y cuerpo. Me despierto temprano, a las 5:00 am, leo la Biblia y rezo hasta las 6:30 am, cuando soy trasladado al patio, donde hago ejercicios durante una hora. Luego regreso a la celda para asumir el día que tengo por delante. Limpio la celda, leo la prensa y comienzo la actividad a la que más dedico tiempo: leer. Monté un plan de estudio y formación con énfasis en historia de Venezuela, economía y petróleo y biografía de distintos personajes y líderes de la historia universal. En la tarde trato de alimentar mi alma con la música y me he dedicado a tocar el cuatro, lo que se ha convertido en un desafío, porque debo reconocer que nunca había tocado un instrumento musical y tampoco tengo (aunque quiero pensar que sí lo tenía) mucho oído para la música.
Tengo poquísimo contacto con los otros presos, casi inexistente, los pocos momentos en que coincidimos tratamos de aprovecharlos al máximo. En seis meses, Scarano, Ceballos, Lucchese y yo hemos compartido el almuerzo en apenas dos ocasiones. Nos mantienen aislados y cuando podemos estar juntos, siempre está vigilando un carcelero de la DIM.
Sobre mi encarcelamiento, lo poco que se sabe es lo que Lilian ha podido comunicar, especialmente sobre la violación a mis derechos. Llevo siete meses preso, de los cuales, los primeros cuatro, los pasé en estricto aislamiento. No he podido recibir visitas más allá de mi familia, mi correspondencia es revisada y en ocasiones confiscada. Hemos sido víctimas de requisas violentas, en las que han sustraído ilegalmente pertenencias personales y, lo más grave, apuntes y documentos de mi defensa. De hecho, esta entrevista fue confiscada en una oportunidad.
La libertad es un derecho que no se aprecia a plenitud hasta el día en que la pierdes. En Venezuela se han venido cercando las libertades públicas progresivamente. La libertad de expresión, la libertad de asociación sindical, la libertad de cátedra en las universidades, el derecho a la protesta pacífica, la libertad de elegir. Todas han sido severamente limitadas y reducidas, mediante leyes injustas o la represión física y judicial. Como todos los venezolanos, he sido víctima de esa pérdida de libertades ciudadanas y actualmente soy víctima de la pérdida de mi libertad física. Pero lejos de debilitarme, esta condición me ha hecho más fuerte como persona, y ha fortalecido mis convicciones de lucha por una Venezuela verdaderamente libre.