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El dirigente está en una celda de aislamiento en la cárcel de Ramo Verde. Desde allí pide definir objetivos a corto plazo: exigir justicia ante la represión y las muertes, que se recompongan los poderes públicos y que la protesta no se limite a la calle. “Es necesaria la organización de lo que es la lucha no violenta”, asegura
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ÁLEX VÁSQUEZ S. | [email protected] | @ALEXVASQUEZS
2 DE MARZO 2014 – 12:01 AM
Ficha personal
Coordinador nacional de Voluntad Popular. Economista.
Alcalde de Chacao 2000-2008
Leopoldo López está en una celda de aislamiento. No le permiten hablar con ningún preso de la cárcel de Ramo Verde en Los Teques, Miranda. Las únicas personas que tienen contacto con él son su esposa, Lilian Tintori, sus padres y sus abogados, que pueden visitarlo entre jueves y domingo. Está en un espacio muy pequeño. Así lo refleja un hecho que le sucedió al final de la semana pasada: le llevaron un colchón matrimonial, pero si lo mantenía en el calabozo hubiese perdido todo el espacio para moverse y tuvo que devolverlo.
El dirigente de Voluntad de Popular respondió a mano un cuestionario de El Nacional.
No ha podido palpar directamente cómo se han incrementado las protestas después de su encarcelamiento. Tras las rejas y solo a través de periódicos y el testimonio de sus familiares se ha enterado de la represión y las muertes de los últimos días. Consciente de contribuir con la chispa que encendió la llama, “las expresiones desesperadas de un pueblo asfixiado y humillado”, gira instrucciones para que se mantenga la protesta no violenta.
El líder de Voluntad Popular explica lo que hay que hacer para que el país respire. Definir objetivos claros a corto plazo: exigir justicia ante la represión y las muertes; que se recompongan los poderes públicos, con la designación de nuevos magistrados del TSJ, rectores del CNE, contralor, fiscal y defensor; que la lucha no se limite a la calle y que a esta se incorporen otros sectores de la sociedad. En respuesta a un cuestionario de El Nacional, López dice: “Es necesaria la organización de lo que es la lucha no violenta”.
—¿Cómo se encuentra?
—Estoy aislado de la población penitenciaria. Estoy fuerte y claro de lo que está pasando. Desde hace algún tiempo sabía que esto podía venir. Desde hace un año Nicolás Maduro viene amenazándome con cárcel; estaba esperando la excusa para ejecutar su deseo inseguro y autoritario y el 12 de febrero la consiguió. Lo que estoy viviendo en Ramo Verde no es consecuencia del 12-F ni de lo que pasó en la Fiscalía. Cada día queda más claro que fue un plan ejecutado por el gobierno, los asesinos fueron del Sebin y, según el propio hermano de Juan Montoya, a su hermano lo mataron los propios colectivos. Pruebas, fotos, videos y testimonios sobran. Soy inocente y así quedará registrado para la historia. Ahora, sí asumo toda la responsabilidad de haber convocado a la calle, yo asumo mi llamado, lo ratifico y lo volvería a hacer. La respuesta masiva a nuestro llamado ratifica que estábamos y estamos en lo correcto al llamar a que se abra un camino para el cambio social y político, que solo podrá llegar de la mano de millones de venezolanos en la calle, en paz y sin violencia. Así como yo asumo mi responsabilidad y di la cara ante una justicia injusta, que Nicolás Maduro, rodeado de los símbolos del poder y de la debilidad de su gobierno, también asuma la suya. Soy un preso político, un preso de conciencia de Maduro y su institucionalidad manipulada.
—¿Se arrepiente de haberse entregado?
—No me arrepiento de haber llamado a la calle en un momento de pasividad aparente, pero con un mar de fondo que se puso en evidencia. Tampoco me arrepiento de haberme presentado voluntariamente ante un Estado verdugo, que no solo se convirtió en mi carcelero, sino que también es el verdugo del futuro de todos los venezolanos.
—¿No teme que sin usted las protestas se acaben?
—Lo ocurrido es una expresión de un pueblo guiado por unos jóvenes, al que le han expropiado su futuro y pisado su presente. Las protestas han sido masivas en todo el país y, a pesar de la violencia y la represión del gobierno, han seguido y seguirán. Como leí el 12 de febrero en una pancarta: “Nos han quitado tanto que nos quitaron hasta el miedo”. Las barricadas y cierres de calles han sido una expresión extrema. No estoy de acuerdo con la violencia ni con afectar los derechos de otros para exigir los nuestros, pero no basta con condenarla, hay que entender que son expresiones desesperadas de un pueblo asfixiado y humillado. Lo que toca ahora es comprender e interpretar ese sentimiento y darle un curso para mantener la llama de la esperanza encendida.
—¿Qué le pide a quienes esperan sus instrucciones?
—En mi celda, encerrado y aislado de toda la población carcelaria, mi convicción es que tenemos que seguir en la lucha, no hay razón para claudicar y quien no se rinde jamás podrá ser vencido. Darle dirección a la protesta social significa para mí tres cosas concretas. Lo primero es definir unos objetivos en el corto plazo que sean alcanzables. Asumo lo que ya han dicho mis compañeros de la unidad. Uno: justicia para los culpables de la represión, muertes y encarcelamientos. Dos: la recomposición de los poderes, que se sustituya a quienes tienen sus períodos vencidos, que se designe un nuevo contralor, nuevos magistrados y nuevos rectores del CNE. No es concesión, es justicia y acatar la Constitución. A eso le sumaría la sustitución de la fiscal y de la contralora, que han mostrado ser cómplices y culpables por acción y por omisión de lo que está ocurriendo. Tres: que se haga justicia con la estafa de los 30 millardos de dólares que se robaron de Cadivi y que todo el gobierno admitió. No hay presos, no hay investigación, pero sí hay colas, escasez, inflación, hambre y desempleo por el robo de más dinero del que hay en las reservas internacionales. No basta con la conducción, es necesaria la organización de la lucha no violenta, que no se limite a marchar, a protestar en la calle. La calle es el principal escenario de lucha, pero no el único. El aula de clase, el lugar de trabajo, el carrito, las colas para comprar alimentos y la familia tienen también que ser escenarios de protesta no violenta. Y por último, se debe asumir disciplinadamente la incorporación permanente de nuevos sectores y movimientos en la lucha no violenta.
—¿Qué opina de las reuniones de paz? ¿Bastan para dejar de protestar?
—No se puede hablar de paz si no hay justicia. En las condiciones actuales la justicia tiene que dar señales claras en la determinación de responsabilidades por los muertos y por los heridos, reprimidos y presos. Pero también ante la estafa histórica que ha representado el robo a la nación de los dólares de Cadivi. El diálogo tiene que aterrizar en acciones concretas, apegadas a la Constitución. Hasta ahora es un libreto repetido de lo ocurrido en episodios anteriores de diálogo frustrado. El diálogo tiene que hablar con hechos.
—¿Ha tenido respuesta la carta que le envió al papa Francisco?
—Espero que haya llegado a sus manos. Gracias a Dios el papa ya habló sobre el caso venezolano y sobre la necesidad de reconocimiento mutuo.
—¿Qué le dice a todo el que ha perdido a alguien en estas protestas?
—Lo primero es mis más profundas condolencias. A todos, sin discriminación. Me han conmovido mucho los testimonios de varios familiares sobre el compromiso de seguir adelante y que la vida de sus hijos no se haya perdido en vano. A ellos, desde la cárcel, mi más profundo compromiso con no rendirnos y que más temprano que tarde todos podamos ver el nacimiento de una mejor Venezuela, donde todos los derechos sean para todas las personas.
El día a día
Leopoldo Santiago, hijo de Leopoldo López, dio sus primeros tres pasos dentro de la cárcel de Ramo Verde. Su padre, por suerte o destino o como se quiera llamar, no se perdió ese momento. Así lo relata su esposa, Lilian Tintori, entre lágrimas. Ella suele llevar la franela con el lema “El que se cansa pierde” e ir con el pequeño de visita. Al dirigente le permiten salir a ejercitarse cada día temprano. Salta la cuerda, hace paralelas, barras y flexiones. Solo lo ven las dos mujeres que también están presas en Ramo Verde. La orden es clara: no puede salir a la misma hora que sale el resto de los reclusos, que tienen prohibido verlo y hablarle.
A mediodía llega la comida: dos bandejas de aluminio grande para la mayoría de los presos. Tres envases de plástico pequeños, uno para López, dos para las reclusas. Arroz, puré de papa, ensalada y pollo dominan el menú.
Miedo
Desde que Leopoldo López está en Ramo Verde, la seguridad del penal se ha intensificado. Más guardias nacionales, puntos de control, más revisiones. El viernes se hizo una requisa y a todo el que tuviera un celular, le suspendieron las visitas por 15 días.
Pocas veces se ha visto a López. El jueves se le permitió jugar con su hijo, Leopoldo Santiago, en el patio del edificio anexo en el que se encuentra. Mientras lo sentaba en sus hombros y caminaba con él, quienes llegaban a visitar a otros presos –mujeres y niños, principalmente– se le acercaban a saludarlo.
“No tengas miedo, nadie te va a hacer nada; tú lo puedes saludar”, le dijo una madre a su hijo, luego de abandonar la cárcel.