El martes pasado fuimos testigos de un nuevo capítulo de la agenda fascista de los enchufados, cuando miembros de la bancada del PSUV golpearon de manera salvaje a varios diputados de la Unidad en la Asamblea Nacional.
Una acción cobarde, dirigida desde el presidio del parlamento y que quisieron mantener en la oscuridad con la colaboración de un sistema de medios públicos cómplice. Afortunadamente, la golpiza fue registrada por los celulares de algunos testigos valientes, que evadieron los cateos de los esbirros del parlamento y documentaron un testimonio contundente de la brutalidad instalada en los estrados oficiales.
Pocos días antes, el ministro Miguel Rodríguez Torres escribió otra página lamentable de esa agenda fascista al detener con una maniobra cobarde e indigna al general Antonio Rivero, dirigente nacional de Voluntad Popular y primer preso político de Nicolás Maduro, incriminado en una olla infame montada con la complicidad de fiscales y jueces compinches de los voceros oficiales.
Sabemos que esta agenda de persecución intenta intimidarnos, hacernos retroceder, renunciar a nuestras convicciones; pero pierden su tiempo. No lo lograrán. No abandonaremos la lucha digna y decidida por conocer la verdad de lo que ocurrió el pasado 14 de abril. Seguiremos defendiendo la sagrada voluntad popular, y reivindicamos nuestro compromiso con la defensa de los derechos de todos los venezolanos.
Para nosotros la paz es una convicción, una forma de acción política; para ellos es una palabra hueca, perdida en un discurso aburrido. El gobierno no puede hablar de paz cuando cada día mueren a manos del hampa 55 venezolanos; no puede hablar de paz si transmiten, en cadena nacional, imágenes que instigan a la violencia; no puede hablar de paz si desde el Parlamento se pretende silenciar a una bancada que representa la voluntad de más de la mitad de los venezolanos.
Sabemos que en los próximos días intensificarán la persecución, porque los enchufados carecen de legitimidad para encabezar el Estado, de capacidad para resolver los problemas del país y, lo más grave, carecen de liderazgo. Nicolás no es más que el cabecilla de un grupito que ha desatado la violencia y la persecución por el temor de perder los privilegios que han disfrutado desde las alturas del poder.
Y esta persecución no se enfoca solamente en los dirigentes políticos; los empleados públicos llevan semanas sufriendo los abusos de burócratas como el ministro de Vivienda y Hábitat, Ricardo Molina, y decenas de funcionarios que abusan de su poder para humillar y perseguir a padres y madres de familia que trabajan en organismos del Estado. Por eso, hoy más que nunca está vigente la lucha por las reivindicaciones laborales.
Maduro repite, hasta el cansancio de su auditorio, que él es el primer presidente obrero de Venezuela. Patrañas. No conozco a un solo trabajador que llegue al poder para perseguir a sus compañeros, que evada la discusión de más cientos de convenciones colectivas vencidas en el sector público, y que apruebe un aumento de salario chucuto frente a un paquetazo que incluyó una devaluación de 46,5%.
La crisis política va en aumento, y un gobierno débil e incapaz se volverá cada vez más peligroso, más violento, más agresivo. Pero sus ataques y abusos sólo nos dan más fuerza para mantenernos firmes, en la lucha, porque sabemos que la noche se vuelve más oscura justo antes del amanecer. Es el momento de mantenernos unidos, movilizados y comprometidos con la democracia y el futuro de nuestros hijos. Fuerza y fe, Venezuela.