Cada vez es más evidente para los venezolanos que el Gobierno ha escogido un camino autoritario y que pretende imponer una única visión del mundo para hacer que nuestro pueblo responda a su voluntad. Esta toma de conciencia continúa en proceso en razón de que cada vez el modelo que se trata de imponer es menos compatible con la democracia.
Vemos cómo, día a día, todas las leyes que se aprueban tienen como finalidad obligar a los venezolanos a “contribuir en la construcción del modelo socialista”. Durante diciembre fueron aprobadas por la Asamblea Nacional saliente más de 11 leyes en 9 días, entre ellas una Habilitante que otorga poderes legislativos sin límites al Presidente durante 18 meses, y una nueva regulación de Internet en la que se dicta que no se podrán difundir por la red ciertos contenidos. Por ejemplo, algo tan impreciso como todo aquello que “fomente zozobra en la ciudadanía o altere el orden público”. Con éstas y otras leyes el Gobierno sigue apuntalando el dogma que desde hace años impregna todo el país, su única visión “legítima”, la misma que se ve en las pantallas de bienvenida en el aeropuerto, en los cientos de horas de emisión de la televisión oficial, o en las entradas de los cuarteles: “Patria, socialismo o muerte. ¡Venceremos!”.
Socialismo o muerte: esas son las opciones que el Gobierno propone al pueblo.
Y en ese afán de imponer un pensamiento único, desde el discurso oficial se ha dividido el país en dos: los chavistas y los opositores. El Presidente, que debería gobernar para todos, se presenta como un agitador uniformado, que con frecuencia recuerda que su revolución es pacífica pero armada. Todo esto con el objeto de infundir miedo. Socialismo, muerte y miedo. Los venezolanos hoy en día, de forma inconsciente o consciente, viven con miedo. A la inseguridad sin control, a hablar, a participar, a exigir, a disentir, al futuro.
Pero este estado de cosas está comenzando a cambiar. El número de venezolanos que deseamos un cambio es cada vez mayor; los que no queremos un país dividido en dos, sino un gran país fuerte y unido. Los que reconocemos que en los últimos diez años en Venezuela ha habido ciertos avances en la lucha contra la pobreza creemos también que esos avances son compatibles con la democracia, con la seguridad ciudadana, el uso eficiente de la riqueza petrolera, la lucha contra la impunidad y la corrupción, la separación de poderes y las libertades políticas. En esto hemos retrocedido sustancialmente. Esa mayoría silenciosa, ese 52% que se expresó el pasado 26 de septiembre a favor de la alternativa democrática, no está formada por “ultraconservadores defensores del imperialismo yanqui”, como ofensivamente denomina el Presidente a todos los venezolanos que sencillamente, haciendo uso de su razón y sus sentimientos, votaron por una opción distinta.
El reto hoy es trabajar día a día en la organización popular para crecer más y más y consolidar una mayoría que tenga una altísima conciencia de lo que significa la amplitud, de lo que significa gobernar con tolerancia, haciendo valer ciertamente la voluntad popular de la mayoría, pero respetando a las minorías. Esa mayoría, con la que me siento identificado y comprometido, es como el país que yo imagino y que vislumbro en un futuro muy próximo: un país alegre, seguro, optimista, tolerante, progresista, promotor de la igualdad y de los derechos sociales, con un Estado que no amedrenta sino que ayuda. Una Venezuela que no puede ser ignorada, demasiado valiente para ser silenciada.
Cada vez somos más los venezolanos que no tenemos miedo, y cada vez son más los venezolanos que decimos que en el año 2012 el cambio sí va.
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Leopoldo López
El Nacional
Opinión / 8