ArtÃculo publicado en la edición impresa del diario español El PaÃs
Por Leopoldo López
05/01/2011
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El más reciente giro autoritario del Presidente Hugo Chávez pretende instalar el pensamiento único en las universidades venezolanas para someterlas a su voluntad. Los “trabajadores académicos” como se llamarán a partir de ahora los profesores, tendrán la obligación de “contribuir a la construcción del modelo productivo socialista”.
Consciente de que su apoyo entre los venezolanos se debilita cada dÃa, y no satisfecho con haberse dotado de amplios poderes legislativos, de los que dispondrá durante 18 meses gracias a la Ley Habilitante recién aprobada, el âcomandante presidenteâ ha embestido contra ese espacio vital de autonomÃa, libertad, conocimiento y reflexión que son las universidades. Junto a la nueva Ley de Educación Universitaria, aprobada hace unas semanas, fueron aprobadas otras 10 leyes más en nueve dÃas, dirigidas a hacer realidad el programa comunista de Chávez, entre ellas una nueva regulación de Internet en la que se dicta que no se podrán difundir por la Red ciertos âcontenidos prohibidosâ. Por ejemplo, algo tan impreciso como todo aquello que âfomente zozobra en la ciudadanÃa o altere el orden públicoâ.
Con estas y otras leyes, el Gobierno sigue apuntalando el dogma que desde hace años impregna todo el paÃs, su única visión âlegÃtimaâ, la misma que se ve en las pantallas de bienvenida en el aeropuerto, en los cientos de horas de emisión de la televisión oficial, o en las entradas de los cuarteles de las fuerzas armadas: âPatria, socialismo o muerte. ¡Venceremos!â. Socialismo o muerte: esas son las opciones que Chávez ofrece a los ciudadanos venezolanos.
Esta fiebre legislativa, justo antes de que se constituya hoy la nueva Asamblea Nacional, en la que el chavismo perderá su aplastante mayorÃa absoluta, es una nueva arremetida de su personal ârevolución bolivarianaâ, que ha dividido el paÃs en dos: los oficialistas, más o menos un 25% de la población, con mayor presencia en las zonas rurales, y los opositores, otro 25%, sobre todo presentes en las ciudades. Chávez se presenta como un agitador uniformado, que con frecuencia recuerda que su revolución es pacÃfica pero armada, salvador de los pobres, en lÃnea con los populismos latinoamericanos del siglo pasado. El hospedaje de unas cuantas familias venezolanas afectadas por las recientes lluvias en el Palacio de Miraflores, unas bromas con el Rey de España a cuenta de la reconciliación por el âpor qué no te callasâ, podrÃan hacerle pasar, para algunos observadores internacionales un tanto ingenuos, por no más que un personaje benévolo y pintoresco. Que todavÃa pueda engañar a algunos es una demostración del peligroso manipulador que es Chávez.
Pero la verdad, la realidad que percibe cualquiera que ponga un pie en Venezuela, aunque sea apenas por unas cuantas horas, es la del miedo. Socialismo, muerte y miedo. Miedo a la inseguridad galopante, miedo a hablar, miedo a participar, miedo a exigir, miedo a disentir, miedo al futuro y miedo también al pasado como reacción al régimen populista que ahora sufrimos.
Pero este estado de cosas ha comenzado a cambiar. El número de venezolanos que deseamos un cambio es cada vez mayor; los que no queremos un paÃs dividido en dos, sino un gran paÃs fuerte y unido. Los que reconocemos que en los últimos 10 años Venezuela ha avanzado en la lucha contra la pobreza y la devolución de ladignidad a nuestro pueblo, creemos también que esos avances son compatibles con la democracia, con la seguridad ciudadana, el uso eficiente de la riqueza petrolera, la lucha contra la impunidad y la corrupción,la separación de poderes y las libertades polÃticas. En esto hemos retrocedido sustancialmente. Esa mayorÃa silenciosa, ese otro 50%, no está formado por âultraconservadores defensores del imperialismo gringoâ, como algunos pretenden con un falso maniqueÃsmo. Esa mayorÃa, con la que me siento identificado y comprometido, es como el paÃs que yo imagino y que vislumbro en un futuro muy próximo: un paÃs alegre, seguro, optimista, tolerante, progresista, promotor de la igualdad y de los derechos sociales, con un Estado que no amedrenta sino que ayuda. Una Venezuela que no puede ser ignorada, demasiado valiente para ser silenciada.
Ahora le ha tocado el turno, de nuevo, a los jóvenes. Chávez quiere empobrecer el paÃs para eternizarse en el poder. Basta recordar el pasado reciente, cuando cientos de miles de estudiantes salieron a las calles a levantar su voz contra el autoritarismo, para entender que no lo va a tener fácil. El que se hace llamar comandante presidente ha ido demasiado lejos en su particular huida hacia adelante. Cada vez somos más los que no tenemos miedo.