La inseguridad personal ha tenido un impacto feroz en las zonas productoras del país. Desde el Alto Apure hasta Tinaquillo los secuestros, las vacunas, la guerrilla y la delincuencia se convirtieron en una realidad cotidiana
Hace un poco más de tres años, durante la campaña sobre el impacto de la reforma constitucional presentada por el Presidente en el año 2007, Conatel ordenó retirar de las pantallas de televisión una propaganda que mostraba a un humilde señor dueño de una carnicería que era víctima de la confiscación de su establecimiento por un representante del Gobierno. En ese momento el Ejecutivo nacional y el partido de gobierno alegaron que la cuña era ilegal, utilizaron los ya desgastados argumentos de que se trataba de una “campaña mediática” y una “guerra psicológica” que quería “manipular” a los venezolanos sobre algo que no estaba planteado en nuestro país.
Finalmente, los venezolanos rechazaron ese proyecto de reforma porque percibieron que había una amenaza seria y real sobre sus derechos y planteaba un camino autoritario para Venezuela. Hoy, tres años después, el Presidente de, desconociendo los resultados de esa consulta popular, lleva a cabo una serie de expropiaciones y confiscaciones absolutamente arbitrarias y atropelladas. Lo que era una amenaza para los ciudadanos, mientras que para el Presidente y su gobierno era una exageración o una fantasía, hoy es una cruda realidad que pocos venezolanos deben descartar que pueda llegar a la puerta de su casa, abasto, bodega, quincalla, finca, fundo o industria.
Hay quienes todavía dudan en defender de frente la propiedad privada. Algunos por nuestra cargada herencia estatista, y otros, por creer que la defensa de la propiedad privada es equivalente a la defensa de grandes terratenientes o dueños de empresas. Franklin Brito y Lorenzo Mendoza son dos caras de la misma moneda: víctimas de la confiscación de su propiedad por parte del Estado. No es cierto que la propiedad de uno sea más importante que la del otro. Lo importante es entender que el derecho de tener, disfrutar y transferir propiedad es un pilar fundamental para el desarrollo económico y social de una persona, una familia y un país.
Pero, además, la política económica del Gobierno no conduce a ningún beneficio para el pueblo de a pie. Por ejemplo, en 2006 (hace sólo cuatro años), producíamos 100% de la carne que consumimos los venezolanos. El año pasado, sólo 60% se producía en tierra patria y el otro 40% en las pampas argentinas o en el estado Roraima de Brasil. Pasamos de una producción “endógena” o nacional a ser más dependientes de las importaciones. Como dato curioso, Venezuela es el único país que en vez de importar sólo carne, importa el ganado completo, lo que significa que se deja de consumir casi 40% de los kilos que se importan, por el peso de los huesos, cachos, etc. Por si fuera poco, muchas de las importaciones son el negocio de mafias manejadas desde el propio Gobierno. Se importan productos que están a punto de vencerse y es por eso que recientemente se han encontrado miles de toneladas de alimentos en mal estado, pudriéndose en las aduanas del país.
Por otro lado, la inseguridad personal ha tenido un impacto feroz en las zonas productoras del país. Desde el Alto Apure hasta Tinaquillo los secuestros, las vacunas, la guerrilla y la delincuencia común se convirtieron en una realidad cotidiana.
Si a este cuadro le sumamos las confiscaciones y expropiaciones que van desde la tierra, pasando por los mataderos y el transporte, hasta la carnicería misma, podemos entender por qué somos cada vez más dependientes de la carne extranjera. Y así sucede con muchos productos del consumo básico de los venezolanos. ¡Vaya soberanía alimentaría! Nuestra propuesta desde Voluntad Popular para la superación de la pobreza está estrechamente vinculada con la democratización del capital, la generación de capital humano para el impulso de las capacidades de trabajo y emprendimiento y la garantía de la propiedad privada para todos por igual, se llame usted Pedro Pérez, Franklin Brito, Lorenzo Mendoza o Hugo Chávez.
Leopoldo López.
Artículo publicado en el diaro El Nacional, A5